Esta semana miles de voces saldrán a la calle, otras se reunirán en grandes y pequeños espacios para recordar a Samir Flores, defensor del territorio del estado de Morelos en contra de un proyecto que significaría la ruina y destrucción de quienes habitan o dependen del río Cuatla.
Quisimos aprovechar la ocasión para combatir las falsas ideas que circulan entre algunos anarquistas que desdeñan el esfuerzo del zapatismo (representado en el EZLN y el CNI) en la construcción de una nueva forma de vida. Y, siguiendo nuestro compromiso con la difusión de la historia, que mejor manera de hacerlo que mostrando las opiniones de aquel que ha sido el referente eterno del anarquismo en México: Ricardo Flores Magón, quien con un montón de ingenio defiende a la línea revolucionaria representada en Zapata contra de los engaños y prejuicios de las fuerzas conservadoras representadas en Carranza.
Contra el zapatismo
Desde que Venustiano Carranza asumió en diciembre del año pasado una actitud más radical, obligado por la necesidad de atraer a sus filas al elemento obrero, se ha venido sosteniendo una campaña sistemática de desprestigio, por parte de sus partidarios, contra el movimiento revolucionario conocido con el nombre de zapatismo.
En esa campaña, los carrancistas han hecho uso de todas las malas armas, pues son las únicas disponibles cuando se trata de negar la verdad. Los carrancistas aseguran que Emiliano Zapata es un instrumento de los “científicos” y que sus tendencias son clericales.
Estas mentiras, dichas con aplomo, producen entre personas superficiales o ignorantes el efecto deseado por los que las propalan; pero nos hacen reír a todos los que conocemos a fondo ese sentimiento formidable que se llama Revolución Mexicana.
Es absurdo suponer siquiera que Emiliano Zapata sea un instrumento de los “científicos”, pues ni los hechos de los revolucionarios surianos ni sus palabras vertidas en manifiestos, proclamas, circulares y otros documentos, así como ni las respuestas que ha dado a corresponsales de periódicos de muy variadas opiniones que han ido a entrevistarlo, deja sospechar que exista alguna liga entre el antiguo elemento porfirista y ellos.
El Estado de Morelos, cuna del zapatismo, fue uno de los Estados de la República Mexicana cuyo territorio estaba casi por completo en las manos de los “científicos”. De la Torre y Mier, Escandón, Alarcón, Noriega y otros más, millonarios y “’científicos” todos, poseían el Estado. ¿No están ahora en poder de los proletarios las tierras que tenían acaparadas? ¿Y puede suponerse que esos burgueses desposeídos sean los que apoyan a Zapata?
La gran fábrica de papel de San Rafael, de la que eran accionistas principales Porfirio Díaz, José Sánchez Ramos y otros “científicos”, se encuentra en poder de los zapatistas, y Emiliano Zapata ofreció a Antonio de P. Araujo poner a disposición de Regeneración todo el papel que se necesitara, en caso de que el periódico se publicase en territorio controlado por las fuerzas surianas. ¿Se puede imaginar que los “científicos” nos den armas para combatir el sistema burgués de la propiedad privada?
Y si de los hechos pasamos a las palabras vertidas por los revolucionarios surianos, se acabará de comprender que es una mentira vil la que propalan los carrancistas, cuando aseguran que Emiliano Zapata es un instrumento de los “científicos”. Tenemos a la vista un folleto impreso en la Imprenta Comercial, Callejón del Nazareno número 57, de la ciudad de Puebla, y ese folleto contiene el Plan de Ayala y otros documentos zapatistas. En una especie de prólogo, se habla de las calumnias propaladas por la burguesía contra los zapatistas, a quienes se ha hecho pasar siempre como bandidos de la peor ralea. Se lee lo siguiente en la parte relativa: “Tales calumnias propaladas con profusión y pintadas con rojos colores por la fantasía de escritores alquilados y vendidos al gobierno, al funesto grupo ‘científico’ y a los grandes terratenientes no han sido hechas con otro fin que el de desprestigiar a los defensores del Plan de Ayala.”
Como se ve, en lugar de apoyo por parte de los “científicos”, los zapatistas sufren calumnias.
En el capítulo del Plan de Ayala sobre expropiación de tierras montes y aguas, se encuentra este artículo: “8. Los hacendados, científicos o caciques que se opongan directa o indirectamente al presente Plan, se nacionalizarán sus bienes.”
El 4 de marzo de 1913, Emiliano Zapata expidió un manifiesto[1] en que se lee el siguiente párrafo: “…el Gobierno ilegal del General Victoriano Huerta, está muy lejos de corresponder a la revolución; podrá representar al núcleo de científicos, de conservadores, de prosélitos del sistema porfiriano; pero no al núcleo de revolucionarios de principios.”
En el manifiesto de Zapata fechado en Milpa Alta, Distrito Federal, en agosto de 1914[2], documento notable por el radicalismo que encierra y que fue publicado en parte en nuestra edición de 6 de marzo de este año, se lee un párrafo que dice: “Ésta (la pacificación del país) sólo podrá obtenerse si se realiza la doble operación de reducir a la impotencia los elementos del antiguo régimen (los científicos) y de crear nuevos vínculos estrictamente con la revolución.”
En todos los documentos zapatistas se ve que uno de los principales fines de ese movimiento, es el exterminio de los “científicos” y la devolución de la tierra a los campesinos, y por lo que habla con elogio de la obra anticlerical de Benito Juárez, a quien admira Emiliano en el artículo 9º del Plan de Ayala que dice así: “Para ejecutar los procedimientos respecto a los bienes antes mencionados (los de los científicos y demás burgueses), se aplicarán las leyes de desamortización y nacionalización, según convenga, pues de norma y ejemplo pueden servir las puestas en vigor por el inmortal Juárez a los bienes eclesiásticos, que escarmentaron a los déspotas y conservadores que en todo tiempo han querido imponernos el yugo ignominioso de la opresión y el retroceso.”
En su manifiesto de Agosto de 1914, dice Zapata: “Quitar al enemigo los medios de dañar, fue la sabia política de los reformadores de 57, cuando despojaron al clero de sus inmensos caudales, que sólo le servían para fraguar conspiraciones y mantener al país en perpetuo desorden.”
Sirva lo expuesto para contrarrestar los funestos efectos que están produciendo las mentiras propaladas por los propagandistas carrancistas. Uno de esos embusteros es Carlos Loveira[3], individuo que se encuentra actualmente en Nueva York, después de haber visitado Cuba. La misión de Loveira es hacer creer a los trabajadores americanos, que Carranza es amigo de los obreros. Viene, por lo mismo, a hacer propaganda carrancista, y, naturalmente, tiene que expresarse mal de todos aquellos que no se doblegan ante su ídolo. ¡Tiene que desquitar el sueldo!
Carranza tiene empeño en desprestigiar a Zapata. Carranza no ha podido llevar a cabo un movimiento expropiador como Zapata lo ha hecho, y no cuenta, por lo mismo con la simpatía popular que es la fuerza del luchador suriano. Ambicioso y malvado, Carranza tiene que recurrir a artimañas de felón para desprestigiar a sus enemigos, y como tiene dinero no falta individuo que le sirva.
Loveira trae la representación de algunos sindicatos obreros de México; pero eso no es un obstáculo para que sea un embustero. Lo cierto es que Carranza es generalmente odiado por el Proletariado mexicano, pues mientras en territorio controlado por sus fuerzas la gente se muere de hambre, en las regiones donde operan los revolucionarios expropiadores, los pobres tienen comida en abundancia.
Ricardo Flores Magón
Regeneración, núm. 209, octubre 23, l9l5.
*Obtenido del Archivo Digital de Ricardo Flores Magón
[1] Refiérese a “Manifiesto del General Emiliano Zapata” firmado en Campamento Revolucionario en Morelos, marzo 4 de 1913.
[2] Refiérese a “Al pueblo de México” fechado en Milpa Alta, Distrito Federal, en agosto de 1914, y firmado por el General en jefe del Ejército del Sur y Centro, Emiliano Zapata.
[3] Carlos Loveira (1882- 1928) Periodista y narrador cubano. Huérfano, a los nueve años emigra a Nueva York con la familia de la cual su madre era criada en 1895. Allí trabaja como mozo de hotel y vendedor ambulante de frutas y dulces. Llega a dominar el inglés. Relacionado con los emigrados revolucionarios, a los dieciséis años se enrola en la expedición comandada por el general Lacret que parte desde Tampa rumbo a Camagüey. Ya en la manigua, presta sus servicios en un hospital de sangre. Al terminar la guerra. Durante la primera intervención sirvió como intérprete a las tropas norteamericanas. Obrero ferroviario en Estados Unidos, en el canal de Panamá, en Ecuador, en Costa Rica y Cuba donde como dirigente obrero organiza, en 1910, la Liga Cubana de Empleados de Ferrocarriles y funda el periódico El Ferrocarrilero (1909-1911). Fracasada la Liga, Loveira se traslada a Sagua la Grande (Las Villas), en donde reinicia sus labores sindicalistas. Funda el efímero periódico Gente Nueva y, posteriormente, la revista anticlerical Cauterios, esta última en unión del periodista catalán Baltasar Pagés. El hostigamiento gubernamental lo decide a marcharse a Yucatán en febrero de 1913. En México fue colaborador cercano de Venustiano Carranza, que le encargó organizar técnicamente el Departamento del Trabajo del estado de Yucatán. A partir de 1915 realizó numerosos viajes entre México, Cuba y los Estados Unidos, así como por Centro y Suramérica (Perú, Chile, Argentina, Uruguay y Brasil), en labores de propaganda y agitación. En Yucatán perteneció a la redacción de La Voz de la Revolución. También colaboró en Heraldo de Cuba, El Imparcial de San José (Costa Rica) y, en inglés, en The Federationist, órgano de la American Federation of Labor, a cuyo congreso, celebrado en Washington en 1916, asiste representando a los obreros yucatecos. En dicha ciudad estadounidense labora en el Comité Pro-conferencias Panamericanas de Trabajadores. Escribió la novela Generales y doctores (La Habana, 1920).