El Capitalismo – Abdullah Öcalan

Una definición realista del capitalismo no debería presentarlo como una constante creada y caracterizada por el pensamiento y la acción centralizada. Proviene, en esencia, de las acciones de individuos y grupos oportunistas que se establecieron en las aberturas y grietas existentes en la sociedad como potencial productor de excedentes; estas acciones se hicieron sistemáticas ya que mordisqueaban incesantemente el excedente social.

Estos grupos e individuos nunca representaron más del uno o dos por ciento de la sociedad. Su fuerza reside en su oportunismo y en su destreza para organizarse. Su victoria no solo se debe a su habilidad organizativa, sino también a su control sobre los bienes necesarios y sobre la fluctuación de los precios en el punto de intersección entre la oferta y la demanda. Si las fuerzas sociales oficiales no los suprimen, si, en vez de ello, estas fuerzas se aprovechan de sus beneficios aportándoles a cambio apoyo continuo, entonces, estos grupos que existen en los márgenes de todas las sociedades pueden legitimarse como los nuevos señores de la sociedad. A lo largo de la historia de la civilización, y especialmente en las sociedades de Oriente Próximo, estos grupos marginales de usureros han existido siempre. Pero, debido al odio que sentía la sociedad hacia ellos, nunca habían tenido el valor suficiente para salir a la luz de las cloacas donde residían. Ni siquiera los administradores más despóticos tuvieron el valor de legitimar estos grupos. No solo eran vituperados, sino que eran considerados como el poder de corrupción más peligroso. Su ética se consideraba la raíz de todo mal. De hecho, la inmensa ola de guerras, saqueos, masacres y explotación que se ha originado desde Europa occidental durante los últimos cuatrocientos años, es en gran parte el resultado de la hegemonía del sistema capitalista. (Pero después, el mayor contraataque también tuvo lugar en Europa occidental, por lo que no sé puede considerar una pérdida total para la humanidad).

El capitalismo y el Estado-nación representan al macho dominante en una forma más institucionalizada. La sociedad capitalista es la continuación y la culminación de todas las antiguas sociedades explotadoras. Es una guerra continua contra la sociedad y contra la mujer. Para decirlo de forma sucinta, el capitalismo y el Estado-nación son el monopolio del macho tiránico y explotador.

Acabar con este monopolio será quizá más difícil que descomponer el átomo. Uno de los objetivos principales de la hegemonía ideológica del capitalismo moderno es borrar toda huella de los hechos históricos y sociales relacionados con su concepción y su esencia. Esto se debe a que la forma económica y social del capitalismo no es una necesidad social e histórica, es una construcción, forjada a través de un proceso complejo. La religión y la filosofía se han transformado en nacionalismo, la divinidad del Estado-nación. El objetivo final de su guerra ideológica es asegurar su monopolio sobre el pensamiento. Sus principales armas son la religiosidad, la discriminación de género y la ciencia como religión positivista. Sin hegemonía ideológica, solo con represión política y militar, el mantenimiento de la modernidad será imposible. Mientras que el capitalismo utiliza la religiosidad para controlar el conocimiento de la sociedad, utiliza el nacionalismo para controlar a las clases y la ciudadanía, un fenómeno que ha aumentado con el capitalismo. El objetivo de la discriminación de género es negar a las mujeres cualquier esperanza de cambio. La forma más eficaz de funcionar de la ideología sexista es atrapar al varón en las relaciones de poder y anular a la mujer a través de la violación continua. A través del cientifismo positivista, el capitalismo neutraliza al mundo académico y a la juventud. Les convence de que su única elección es integrarse en el sistema y, a cambio de ciertas concesiones, se asegura esta integración.

 Igual que todos los sistemas sociales represivos y explotadores, el capitalismo no podría desarrollarse sin establecer un Estado. Mientras que el dogmatismo del sistema feudal tenía un carácter religioso, el de la sociedad arcaica esclavista tenía un carácter mitológico. Dios se encarnaba en el rey y la dinastía, pero actualmente, a Dios se le presenta como el poder invisible en la noble existencia del Estado.

Cuando el capitalismo vio la oportunidad de convertirse en un sistema, comenzó por eliminar todas las sociedades basadas en la cultura de la madre-mujer. Durante la primera modernidad, la fuerza de la sociabilidad femenina que pugnaba por subsistir, fue quemada en la hoguera del cazador de brujas. Estas quemas fueron herramientas muy útiles para establecer su hegemonía sobre la mujer y su esclavización total.

Actualmente, la mujer está al servicio del sistema en parte por la extensa quema de mujeres en los comienzos del capitalismo. El miedo interiorizado a la hoguera ha colocado a las mujeres en Europa bajo la total servidumbre al hombre. Después de eliminar a las mujeres, el sistema destruyó de forma despiadada la sociedad agraria y de pueblo. Mientras existiera una sociedad democrática y comunitaria, el capitalismo no podría obtener el máximo poder y beneficios. Por tanto, este tipo de sociabilidad fue inevitablemente aniquilado. De este modo, la cautividad total de la esclava más antigua, la mujer, se convirtió en el modelo para las otras vidas esclavizadas: las de los hijos y las de los hombres.

El poder político y militar desempeñan un papel muy importante en el mantenimiento de la hegemonía del sistema capitalista. Pero lo que es fundamental, es poseer y consecuentemente 46 paralizar la sociedad por medio de la industria cultural. La mentalidad de las comunidades bajo la influencia del sistema se ha debilitado, y sus miembros se lo han creído. Muchos filósofos proclaman que la sociedad se ha convertido en una sociedad del espectáculo, parecida a un zoo. El sexo, los deportes, las artes y las industrias de la cultura, combinados y en serie, bombardean la inteligencia emocional y analítica de forma incesante por medio de un despliegue múltiple de propaganda. Como resultado, tanto la inteligencia emocional como la analítica se han vuelto totalmente disfuncionales, la conquista de la mentalidad de la sociedad se ha completado.

 Lo que es preocupante es la aceptación voluntaria de la sociedad de esta cautividad, de las industrias combinadas de la cultura y el sexo, y además, ¡percibirlo como un derroche de libertad! Esta es la base y la herramienta de legitimación más fuerte que tienen los gobernantes. El capitalismo solo puede llegar a la fase imperial con la ayuda de la industria cultural. Por consiguiente, la batalla contra la hegemonía cultural requiere la lucha más difícil de todas, la lucha mental. Hasta que desarrollemos y organicemos los contenidos y la forma de un contraataque contra la guerra cultural llevada a cabo por el sistema a través de sus invasiones, asimilación e industrialización, ninguna lucha por la libertad, igualdad y democracia tiene posibilidades de triunfar.

La modernidad capitalista es un sistema basado en la negación del amor. Su negación de la sociedad, el individualismo desenfrenado, la discriminación de género en todos los campos, la deificación del dinero, la sustitución de Dios por el Estado-nación, y la conversión de la mujer en una autómata que no recibe ningún pago o muy pequeño no dejan tampoco lugar material para el amor.

Fragmento de La revolución de las mujeres

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