Por Mario Leyva
El gobierno privado indirecto y la contrainsurgencia, el paramilitarismo y sus dividendos politicos.
En el ensayo “Sobre el gobierno privado indirecto”, Achille M´bembe exponía las barbaries de la implantación brutal de economías de libre mercado, liberalizadoras de precios y productos en un contexto donde la debilidad estatal, erosionada desde el aniquilamiento de la soberanía de los estados nacionales africanos, mediante guerras civiles, explotación y contrabando de recursos naturales, esclavitud, etc., abriendo una brecha en el ejercicio del poder estatal, la cual fue aprovechada por mercenarios, contratistas privados, ejércitos rebeldes, ejércitos multinacionales y toda una gama de grupos violentos que aprovechan la coyuntura, se financian mediante el capitalismo más atroz[1], para continuar con un flujo de dolor y sangre necesarios para su funcionamiento en el continente negro:
“El gobierno privado indirecto es una forma inédita de estructuración social que caracteriza actualmente a los Estados africanos. Esta forma de gobierno surge en un contexto de gran desabastecimiento, desinstitucionalizaci6n, violencia generalizada y desterritorialización. Es el resultado de una brutal revisión de las relaciones entre el individuo y la comunidad, entre los regímenes de la violencia, los de la propiedad y el orden tributario.” (M´bembe: 79, 2006).
Estas relaciones construidas a partir de la asignación tanto biopolítica como de clase y cultura de las poblaciones a los flujos mercantiles y monetarios, trae consigo una desaparición virtual de la soberanía tanto estatal como social, pues la incertidumbre generada por los procesos de violencia y abuso, son moldeadores de las relaciones de explotación requeridas por el sistema económico y desatadas por fuerzas que sobrepasan al estado, como las redes de crimen organizado, las redes de terrorismo, las cuales son exportadas como medidas económicas, pues lo que pasa en África con la desterritorialización, el desplazamiento, el mercado negro, a traves de la violencia generalizada, se da también en otras partes del mundo, entre ellas México, en donde el vacio es la soberanía estatal crea tambié coyunturas que son aprovechadas por grupos delictivos, empresariales y políticos para sus proyectos y negocios, sean mineras, plazas de narcotráfico, rutas de mercancía, recursos naturales, etc.
“La privatización de la violencia publica y su despliegue para fines privados con ánimo de lucro tienen como corolario el enriquecimiento acelerado de una economía en la sombra en la que entes como la policía, el ejército, la aduana y Hacienda intentan asegurar su influencia (tráfico de droga, moneda falsa, armamento y residuos tóxicos, fraudes aduaneros). Si llegara a hacerse efectiva, esta influencia podría acelerar la marginación, en gran parte de la sociedad, de este sector que, debido a las políticas de austeridad, ve asegurada por esta economía su subsistencia diaria excluyendo todo trabajo asalariado y todo patronato directo del poder. Por tanto, lo que esta en juego es la posible aparición de nuevas modalidades de dependencia y de control de la ciudadanía.” (M´bembe, 2006: 98)
Dentro de estos espirales de violencia desatada, tolerada y reproducida por el Estado mexicano en el contexto de la farsa de la guerra contra el crimen organizado destaca el uso de paramilitares no en contra de los carteles, sino como contención social y que forma parte de la doctrina de la contrainsurgencia. Masacres contra simpatizantes de grupos guerrilleros como el EZLN y EPR (Acteal, Aguas Blancas, el Bosque), por parte de grupos entrenados, armados y amparados por el estado son la constante en los estados mexicanos , el uso de estos grupos en nuestro país, data desde las masacres de 1968, con los agentes de la DFS y su guante blanco, así como la masacre del 10 de junio de 1971, donde el Estado uso a los llamados “Halcones”; delincuentes juveniles entrenados para matar, quienes ejecutaron la represión y el asesinato de estudiantes y obreros disidentes en una jornada de enfrentamientos durante las manifestaciones y marchas.
Sin embargo el oscuro papel de los paramilitares tiene sus orígenes en los conflictos europeos del siglo XX, precisamente en el periodo entreguerras, donde grupos de civiles, soldados desmovilizados, criminales, obreros, etc, comienzan armándose y bajo el amparo de organizaciones fascistas, como los camisas negras , las SS , la Falange y otros grupos con organización y mentalidad militar y fascista, contribuyen a generar el terror necesario para el ascenso de las dictaduras totalitarias como la de Hitler, Franco y Mussolini , donde existieron grupos afines a la exaltación bélica del fascismo y se lanzaron a la carnicería de la segunda guerra mundial donde su participación se enlazó con los horrores y la crueldad, como el caso de los Ustachas croatas, grupo nacionalista que horrorizó a los nazis por las torturas y degüellos masivos de serbios, como limpieza étnica en Yugoslavia, pasando también, por escuadrones de la muerte de diferentes nacionalidades y conflictos, desde los kaibiles guatemaltecos, los fascistas ucranianos que actualmente combaten en la zona del Donbass , a los terroristas del Estado Islámico, o nuestro ejemplo local; los Zetas , infame cartel que surgió de la deserción de cuerpos de élite del ejercito mexicano para ser el brazo armado del Cartel del Golfo para posteriormente luchar contra el y hacer del corredor del golfo de México y el caribe un corredor de sangre.
Basicamente :
“Paramilitar o paramilitarismo se refiere a organizaciones particulares que tienen una estructura, entrenamiento, subcultura y (a menudo) una función igual a las de un ejército, pero que no forman parte de manera formal a las fuerzas militares de un Estado. Las organizaciones paramilitares, sirven a los intereses del Estado, o grupos de poder en él enquistados, y generalmente están fuera de la ley. Dentro de sus miembros pueden estar fuerzas policiales, militares, mercenarios e integrantes de escuadrones de asalto o grupos de seguridad privados.
Estos grupos generalmente tienen un carácter de tropa irregular por lo que combaten sin obedecer las convenciones nacionales e internacionales para el ejercicio de la guerra, lo cual les permite excesos de violencia que serían inadmisibles en las fuerzas del Estado.” (wikipedia, 2017)
A su vez los procesos de la globalización y el capitalismo actuales siguen enfrentando resistencias alrededor del mundo, sin embargo el sistema ha aprendido de sus derrotas, ya que en las luchas de liberación del siglo pasado, en donde el colonialismo europeo fue derrotado militarmente, surge la respuesta de la cultura dominante;
“En los años 50 los militares franceses analizan el fracaso militar en Dien-Bien-Phu llegando a la conclusión de que el problema de su derrota fue de métodos. La solución es buscar nuevas formas de lucha. Así, los franceses toman las experiencias de los ejércitos ingleses en Malasia, de los norteamericanos en Filipinas y de los holandeses en Indonesia. Diseñan nuevas hipótesis de conflicto e intentan establecer las nuevas formas en que se enfrentarán los conflictos.
Por consiguiente, emerge la teoría de un enemigo interno y de la guerra que se hace en todos los campos. La respuesta será una guerra total, extendida a todos los ámbitos. Así surge la doctrina de la contrainsurgencia. “ (Padilla Ballesteros, 2006)
Esta doctrina se ha aplicado no solo por los regímenes coloniales extranjeros hacia una lucha de liberación como ocurrió en aquellos años, sino que ahora el fascismo que gobierna las cúpulas nacionales de los Estados que gobiernan a gran parte de la humanidad, se caracterizan por ser represivos e intolerantes, guardianes del orden civilizatorio capitalista, y que cuando es atacado puede llegar a cometer crímenes de lesa humanidad:
Algunos teóricos militares, como Roguer Trinquier, desarrollan la idea de la contrainsurgencia, planteando que cuando el poder político está en peligro, los militares son los únicos que disponen de medios suficientes para establecer el orden.
En una situación de «emergencia», según Trinquier, los límites legales establecidos detienen la acción de las fuerzas militares regulares y la protección de la ley favorece al irregular. La ley es un obstáculo para la guerra total, la solución es apartar al prisionero del marco legal que pueda protegerlo. Asimismo, las tareas de inteligencia e informaciones pasan a un primer plano.
Simón Lázara expresa que la experiencia de algunos conflictos armados y la derrota de algunos ejércitos modernos por fuerzas guerrilleras irregulares, fueron algunos factores que hicieron reflexionar a los militares occidentales sobre una nueva concepción de la guerra.
«La doctrina de la contrainsurgencia en su aplicación integral requiere no sujetarse a la ley. No otorgar facilidades al «enemigo», de manera que éste no sepa a qué atenerse respecto del avance de una operación: no se dan a publicidad las detenciones y se mantiene en secreto el lugar del encarcelamiento. La necesidad de extraer información con rapidez es cumplida mediante la aplicación de la tortura sistemática. Esta operación está protegida por el secreto y, por tanto, no sujeta a los recaudos de la ley. Los prisioneros no contarán con la defensa de abogados, sus parientes no sabrán dónde están, no será pública su detención.» (Padilla Ballesteros, 2006).”
Así bajo esta doctrina militar emanada de culturas capitalistas, se instaura un estado de shock, donde la derrama económica de la tragedia es algo que el sistema aprovecha muy bien, y dadas las facilidades jurídicas que garantizan la impunidad, y el continuo flujo de destrucción a los altares del capital, lo cual se traduce en el mantenimiento y reproducción de esta realidad, la cual también biopoliticamente hablando se convierte en un riesgo, pues las condiciones para que el intervencionismo policial y militar aumenten están dadas y eso se traduce también en el aumento de la represión justificada para la guerra – ya sea contra el comunismo, las drogas , o el terrorismo- y que lo único que hace es aumentar la prisión política, la desaparición forzada y la ejecución extrajudicial como parte de esa necropolitica implantada por organismos internacionales y cabalmente cumplida por el Estado mexicano, que nos somete a un Estado de sitio, una excepcionalidad donde las garantías más elementales son canceladas por un estado de ocupación militar y policial en defensa del mercado.
Ante ese panorama desalentador, la organización en sí es una forma de afrontar la realidad, y por organización me refiero a la búsqueda conjunta de un fin común, por cuyas redes de afinidad, de ideología, necesidad e identidad, esta se muestra como una afrenta al Estado y al statu quo.
La organización puede ser desde asambleas comunitarias y vecinales, concejos indígenas, hasta policías comunitarias, autodefensas, y células de acción directa, siendo la misma organización una metáfora de la vida que se defiende y se organiza dentro de un corpus de violencia estructural de la civilización capitalista , de allí que siga siendo , y sigamos siendo , dignos exponentes de ese contrapeso necesario y urgente.
Desde algún lugar del Valle Matlazinca. Enero 2018
Referencias
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Notas
[1] “Asi, en todas partes, la guerra -pero no unicamente- se ve acompafiada del auge de una cultura de la inmunidad que explica que se asegure protección a actores privados culpables de crfmenes probados. A modo de ejemplo, las tropas se aseguran el derecho al pillaje y a la violación.
Las ciudades y los pueblos son saqueados. Los recursos naturales se subastan. Se da la muerte publicamente, a menudo mediante arma blanca. Se buscan, deliberadamente, los efectos del terror. Y nadie es perseguido por ella.
Las exenciones fiscales y la inmunidad judicial tambien se otorgan a aquellos que, por ocupar
posiciones dominantes en las ruinas del aparato estatal, han sabido reconvertirlas en posiciones propicias al enriquecimiento en los circuitos regionales, nacionales e incluso internacionales de la economía sumergida. Esto tambien se aplica a cierto numero de agentes extranjeros, de redes ocultas, de organizaciones supuestamente humanitarias ampliamente establecidas o recientemente instaladas en estos países.” (M´bembe, 2006: 91).
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