Violencia organizada y Autorrealizacion – Rodrigo Ventura de la Cabada

El proceso de desintegración de lo humano, al cual somete el capitalismo todas las relaciones sociales, viene acompañado de una gama multidimensional de prácticas violentas, es decir, de sometimiento por medio de la fuerza de la voluntad y el deseo. Ambos conceptos, propios de la columna vertebral de nuestra especie, voluntad como el factor que rige nuestra convivencia con la naturaleza externa en función de su domesticación, sin embargo violentada por las dinámicas de clase, dicha convivencia se vuelve parasitaria y hoy por hoy nos acerca peligrosamente al declive ambiental; Y el deseo por su parte, como el canal de convivencia con la naturaleza social, interna de la especie, que promueve las más grandes ideas, sueños y utopías , violentado por las estructuras de clase, se convierte en el génesis de ideas y sueños que nos conducen a las distopías más errantes.  Voluntad y deseo constituyen las columnas en donde se finca la autorrealización de nuestra especie, violentada hasta sus más mínimas expresiones, ¿Podemos hablar de autorrealización? O el prefijo” auto” queda desterrado de la ecuación en función de la dominación ajena del deseo y la voluntad. 

La ilustración como elemento sociocultural de la burguesía europea funge como el arma intelectual para la proliferación de discursos de clase, una clase ascendente en el ejercicio del poder económico se lanza a la conquista del poder político en la Europa de mediados del siglo XVIII, la cuna burguesa del movimiento engendra discursos progresistas sin embargo estos son flanqueados por sus propios límites de clase, su propia composición numérica, su dimensión cuantitativa y material condicionara pues la dimensión cualitativa de la Europa que pario la gesta ilustrada por excelencia, la revolución francesa de 1789, una Europa fincada en la modernidad temprana y sus grandes estructuras: democracia, laicidad y defensa del libre mercado y el derecho a la propiedad privada; A su vez engendra posturas de clase en donde la violencia burguesa es legitima en cuanto al control de las masas, del germen creado por la modernidad, los desposeídos, el proletariado. 

Pensadores ilustrados como Maquiavelo y Thomas Hobbes abogan en su momento por interpretar el concierto social; Estado y sociedad civil, bajo dinámicas de profunda violencia, se legitiman estas manifestaciones de opresión, de invasión de la autonomía de los más, por parte de un estado exótico, a partir de una lectura fuertemente arraigada en la racionalización del “otro” desde la división y los privilegios de clase, dicha lectura afirma que el ser humano es en su naturaleza, flojo, ambicioso, ignorante, avaro, voluble, codicioso y cobarde, en ese tenor es indispensable un Estado fuerte, una sistematización de la violencia, dosificada u abierta, para mantener a raya la naturaleza malvada de los seres humanos[i].

Esta concepción burguesa, hasta cierto punto idealista, con respecto a una esencia ahistórica de lo humano, niega el agente activo de la experiencia como constructora del ser social y de la conciencia social.

Con el libre mercado ( léase capitalismo) se enaltece la competencia; Esta tiene como fin el exterminio del rival, simbólica o materialmente, lo cual conduce inevitablemente al monopolio, esta forma de apropiación rebasa los límites de lo económico, bajo las tesis burguesas de la “naturaleza humana”, se establece y legitima un monopolio de la violencia, ejercido desde la propiedad privada, por su defensa y su perpetuación, e instrumentado por un Estado de igual manera privatizado por los intereses de la burguesía, dirigido a la gestión y administración del orden burgués a través de un proceso puesto en marcha desde distintas dimensiones de control y opresión que despojan a la sociedad del ejercicio de la violencia, condenando (de forma violenta) cualquier expresión de la misma que no venga del Estado burgués.  La violencia monopolizada tiene entonces un carácter antisocial, parasitario, porque va dirigida al exterminio de lo social, de lo simbiótico, que nace y crece en los espacios comunales y públicos. 

Es en estos espacios de desarrollo, que bajo dinámicas dialécticas, se perfila la positiva abolición de la propiedad privada, según lo dicta el comunismo del joven Marx, en estos espacios “… [Se da] la real apropiación de la naturaleza humana por el ser humano como un ser social, es decir, verdaderamente humano” (Marx, 1844, pág. 281).Es en lo social en donde la violencia adquiere una dimensión humana e histórica como expresión de las relaciones socioeconómicas gestantes y hacedoras del devenir de la especie, la violencia, desde lo público y no lo privado, se expresa a sí misma como la forma estética de un fondo ético profundamente social y por ende, siguiendo a Marx, profundamente humano.  Violentar las estructuras de violencia, imponer la voluntad y el deseo público, social, simbiótico sobre lo privado, antisocial y parasitario constituye un tipo de violencia específico en su composición y sus fines, la estética y la ética de la violencia de lxs oprimidxs no obedece a la defensa del monopolio, del control, de la gubernatura, sino todo lo contrario, obedece a la voluntad y el deseo de la liberación de todo monopolio, de todo control y de toda gobernanza extraña a los intereses de la comunidad, por lo que se vuelve en sí misma legitima en forma y fondo como expresión de su deseo y su voluntad.  La no-violencia obligatoria e impuesta niega a la comunidad; Solo reconoce al amo y señor de la si-violencia: El Estado burgués, A.J Muste nos dice: “En un mundo construido sobre la violencia, hay que ser revolucionario antes que ser pacifista” (A.J Muste, 1967).

Dialéctica de la violencia

La lucha de clases dentro de una sociedad dividida entre opresores y oprimidos posee un carácter fundamentalmente dialéctico, y dentro de toda relación dialéctica existen contradicciones dominantes, que guían el proceso (afirmación), y contradicciones subalternas, que se desenvuelven en virtud de la directriz de las primeras(negación). La violencia de lxs oprimidxs obedece esta dinámica.  El Estado burgués debe de estar en una campaña permanente de violencia sistematizada en defensa de la propiedad privada sobre los medios de producción de riqueza, esta campaña es necesaria porque la apropiación de dichos medios está constantemente amenazada por la expresión de la producción de la riqueza, una expresión social. Así la apropiación privada y la producción social se encuentran en una tensión  permanente que obliga al estado, defensor de la propiedad privada, a afirmarse a sí mismo por medio de la violencia. Cuando la afirmación establece su dominio a partir de la violencia y no del consenso la negación se desenvuelve en función de la directriz violenta de la afirmación. Generando así un proceso de violencia legítima. En otras palabras:

Cuando el Estado no escucha las palabras de los oprimidos, obliga a hablar a las barricadas

Y es ahí, en lo social, en las barricadas, que se da la oportunidad de alcanzar la autorrealización, ya no más por deseos y voluntades exógenas a lo social, si no por el cumplimiento cabal con el desarrollo de la historia a través de su más lucida y eficiente arma, la violencia organizada. 

BIBLIOGRAFIA:

Markovic, M. (1974) The contemporary Marx. Spokesman Books

Muste, A.J. (1967) Pacifism and class war.

Marx, K. (1997) Writing of the young Marx on Philosophy and Society. Hackett Publishing Company, Inc.

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