ELECCIONES Y TEORÍA DE LA EXPLOTACIÓN DEL TRABAJO SEGÚN AMLO

Gilberto Piñeda Bañuelos/Radio Zapatista Sudcaliforniana

Antes del 1 de julio escuché un discurso de Andrés Manuel López Obrador según la cual en México la pobreza y la desigualdad es producto de la corrupción y no de la explotación del trabajo humano que hacen los grandes capitalistas de México y del Mundo, que más adelante comentaré. Antes diré algo sobre las elecciones.

Cuando se elige a alguien que gobierna un pueblo, al menos hay dos maneras de hacerlo: la primera es un ejemplo emblemático de DEMOCRACIA DIRECTA que nada tiene que ver con el funcionamiento del capitalismo, y es, sin temor a equivocarme la que practican miles de indígenas de las comunidades zapatistas en Chiapas, que se empezó a gestar con la formación del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) hace cerca de 35 años y que tuvo su esplendor con la formación de relaciones humanas de de lo que podrá ser una nueva sociedad, que se fueron construyendo hasta la formación de la Juntas de Buen Gobierno (JBG) y de los Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas (MARZ); a diferencia de la llamada DEMOCRACIA REPRESENTATIVA que es la expresión política del funcionamiento del capitalismo a través de lo que llamamos ELECCIONES nacionales, estatales y municipales en donde el sistema de partidos y ahora de candidatos independientes son su principal garante, no importa si dicen ser del centro, de la derecha o de la izquierda.

El último ejercicio de este tipo de elecciones a nivel nacional y local fueron las del domingo 1 de julio, donde participaron a nivel nacional más de 56 millones de personas que decidieron ir a votar, la mayoría de ellos, más de 30 millones, por Andrés Manuel López Obrador (53%) con la esperanza y grandes expectativas de que las cosas van a cambiar; sin embargo hay una gran cantidad de personas que por distintas razones decidimos no votar este 1 de julio (más de 32 millones de personas, que no son pocas).

Paradójicamente, la contundente derrota electoral del PRI, del PAN y del PRD en las elecciones presidenciales y locales de 2018 le dieron un respiro al capitalismo mexicano, paradójicamente, gracias al hartazgo de la población que ejerció una especie de “insurrección electoral”. Por eso no es de extrañar lo que ha venido sucediendo con los principales representantes del Capital en los primeros días después del triunfo electoral de Andrés Manuel López Obrador: la clase política mexicana desde Trump y Peña Nieto hasta Salinas, pasando por Calderón, Fox, Meade y Anaya, los mercados, los medios de comunicación más influyentes y la cúpula empresarial, están contentos con el presidente electo y su equipo que coordina desde ahora el empresario Alfonso Romo Garza, por lo pronto, con los discursos dialoguistas y de reconciliación que hemos visto a través de los noticieros. Vamos a ver en los primeros años de gobierno como se van comportando las nuevas contradicciones sociales que empezarán a aparecer.

Y aquí regreso a lo que señalé al inicio:

Los datos oficiales señalan que la pobreza en México abarca más de 53 millones de personas (más del 44% de la población) y la pobreza extrema a más de 9 millones de personas (cerca del 8%); mientras que la distribución del ingreso que pudiera mostrar la enorme desigualdad social en México lo vemos con este indicador: el 10 % de los hogares mexicanos que tienen el ingreso más alto concentran más del 37 % de los ingresos totales del país; mientras que el 10% de los hogares que tienen el ingreso más bajos concentran solamente el 1.9% del total de ingresos del país. Esta es una manera de saber la magnitud de la pobreza y la desigualdad desde la información que proporciona el gobierno, y al respecto, Andrés Manuel López Obrador dice:

“…Tenemos que acabar con la corrupción, porque muchos teóricos sociales, académicos, intelectuales no tratan este tema, los académicos más clásicos, mas teóricos se quedaron con la idea de que la desigualdad se produce por la explotación que se hace de los trabajadores, que el burgués explota al proletario, que va acumulando ganancias y que esas utilidades se las apropia el dueño de los medios de producción y que por eso es la desigualdad y la pobreza, pero en México no aplica esa teoría del todo; aquí las grandes fortunas se han acumulado mediante la corrupción al amparo del poder público… por eso vamos a que ya no haya corrupción, se va a separar el poder económico del poder político…”.

Aunque es cierto que las grandes fortunas que han acumulado algunos capitalistas y ex gobernantes mexicanos ya conocidos han acumulado fortunas por la corrupción al amparo del poder, y que el combate a la corrupción debiera ser una práctica habitual de los gobiernos, sin embargo, acabar con la corrupción no es acabar con la pobreza y la desigualdad social, ni con el sistema capitalista. No se olvide que el presupuesto estatal es solo una parte muy pequeña de la riqueza nacional que genera la fuerza de trabajo en el país; y en efecto, es el presupuesto estatal la fuente principal de la corrupción, sobre todo aquellos rubros vinculadas a la obra pública, a los contratos y los altos ingresos de los funcionarios; sin embargo, yo sigo pensando que la fuerza de trabajo es una mercancía que compran las compañías capitalistas en el mercado laboral a cambio de un salario para utilizarla durante una jornada de trabajo; sigo pensando que la fuente del valor de las cosas y de la riqueza nacional es el tiempo de trabajo humano socialmente necesario que utilizan los trabajadores del campo y de la ciudad; y sigo pensando que una parte muy grande de ese valor generada por la fuerza de trabajo se la apropian las compañías capitalistas en forma de ganancia. Sigo pensando que el capitalismo no va a desaparecer si no desparece el despojo de la naturaleza y la explotación del trabajo humano.

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