Por Arnoldo Diaz
Desde que el capitalismo existe como sistema económico han existido diversas voces que han luchado en contra de este sistema, sus diversas formas de gobernar y en general contra la explotación que las clases privilegiadas ejercen contra les oprimides. Y dentro de estas voces anticapitalistas han existido controversias y discusiones que han marcado rupturas históricas entre quienes se adjudican el seguimiento de las ideas de Marx y quienes abrazamos la causa anarquista, siendo Bakunin uno de los más conocidos representantes de esta tendencia.
Justamente estos dos pensadores se enfrentaron intelectualmente en el seno de la I Internacional, que generó la ruptura entre los seguidores de uno y otro, y con ella sigue la ruptura de esta organización revolucionaria. ¿La causa? El problema de la libertad después de la revolución social. Para los seguidores de Marx existe la necesidad de tomar el Poder, asegurar las riendas del gobierno para administrar y regular, desde arriba, la libertad ganada por las clases oprimidas. Siguiendo a Bakunin quienes abrazan la causa libertaria, por el contrario, sostienen que al momento de llegar la revolución, el Poder debe ser destruido, es decir, debe desaparecer toda institución que intente hacerse cargo de nuestras vidas ya que éstas solo funcionarían para crear nuevas clases y con ellas, nuevos privilegiados.
Hoy en día, cuando el marxismo ha perdido su fuerza en México y en la gran mayoría del mundo, esta discusión se lleva a los medios independientes de Monterrey. Los miembros de la organización Comunistas Unidos han lanzado el artículo Esa disputa que se traen entre anarquistas y comunistas[i]donde no solo se hace una crítica vacía sino que se acusa prácticamente de seres cuasi-imbéciles a las personas que abrazamos la causa anarquista. Carece de un sustento teórico y práctico, lo cual nos imposibilita generar conocimiento que pueda traducirse en una práctica revolucionaria.
Por lo que en vez de llevar esta discusión a un nivel teórico prefiero hacer de esta serie de artículos una muestra del por qué, a través de la práctica y la teoría, lxs anarquistas han tomado la decisión de luchar decididamente en contra de las tendencias autoritarias del socialismo, cristalizadas en la historia de la URSS. En esta primera parte pretendo explicar por qué les anarquistas creemos en la libertad absoluta y no en el Estado proletario o de transición, ilustrando el fracaso de la Revolución de Octubre
Los Bolcheviques al Poder. Pero… ¿Para qué el Poder?
Uno de los planteamientos del anarquismo que más asusta a quienes firman en nombre de Marx es el rechazo de la idea de un Estado de transición. Esto quiere decir que el anarquismo rechaza la idea de que en el momento en que llegue la revolución deba existir una transición lenta en el que unos cuantos tomen el control del Estado y gobierne a la mayoría en pos de que algún día vivamos de la manera más igualitaria posible.
En la actualidad esta discusión es ociosa y solo puede llevarse a cabo con personas con poderes de videncia ya que estamos hablando de un futuro hipotético. Pero este debate se vuelve crucial después de la revolución de octubre de 1917 en Rusia, momento en el que se lleva a cabo uno de los procesos más revolucionarios de la historia.
Previo al triunfo de Lenin y sus seguidores, la Revolución de Febrero de 1917 triunfó rápidamente. El zar Nicolás II, puso fin a la monarquía rusa y llevó a la formación de un Gobierno provisional. Esta revolución nació como reacción a la política realizada por el zar, su negación a otorgar reformas políticas liberalizadoras y el rechazo casi generalizado de la población a la participación de Rusia en la Primera Guerra Mundial. El gobierno provisional se formó como una alianza entre liberales y socialistas que debía dar paso a un ejecutivo elegido democráticamente y una asamblea constituyente.
Pero las necesidades de la población rusa, y el ímpetu revolucionario de las masas dejaron en claro que el Gobierno Provisional no presentaba soluciones para acabar con la guerra, para arreglar el problema de la tierra, de los nacionalismos y la crisis económica que se agudizaba. Esto reforzó la posición bolchevique y la de la izquierda radical en general. Ante el creciente desprestigio de la coalición social-liberal, los bolcheviques se posicionaron como la alternativa decidida a resolver rápidamente los problemas del país.
El primer acto que pretendo criticar aquí es la traición del lema revolucionario ¡Todo el Poder a los Soviets! Los soviets eran juntas de trabajadores, militares y campesinos que se extendieron por toda Rusia, significaban la representación del poder obrero al intentar consolidarse como organización horizontal y democrática. Cuando Lenin proclama esta consigna y toma el poder, la verdad es que el poder no se lleva a los soviets sino que se proclama la autoridad para el comité revolucionario, consolidando a los bolcheviques en el Poder.
Al llegar Lenin al frente del gobierno ruso, sobre todo después de 1920, se desata una cadena de represión y crímenes contra aquellos que se pronunciaran en contra del poder central bolchevique. Así comienza una Guerra Civil sangrienta en la que el grupo liderado por Lenin y Trotsky aplica el Comunismo de Guerra y comienzan a exterminar a los enemigos de su revolución autoritaria. Explicar el proceso de la Guerra Civil sobre pasa las intenciones de este trabajo, pero si debemos dejar en claro de que nada justifica los asesinatos a los revolucionarios anarquistas y comunistas contrarios a las tácticas bolcheviques por parte del gobierno que éstos ejercían. Tanto anarquistas como comunistas cayeron en nombre de la “libertad” conseguida por la Revolución de Octubre[1]. En ese momento y en la actualidad, líderes y simpatizantes bolcheviques justifican estos asesinatos y masacres en nombre del orden y la conservación del Poder en el Estado. Si mantener las instituciones del Poder nos obliga a matar, lxs anarquistas invitamos a reflexionar ¿Para qué conservar el Poder?
Ante el conflicto armado, se instaura el Comunismo de Guerra que se caracteriza por la centralización de las instituciones que regulan la vida social, es decir, se centraliza un Estado que en el discurso es revolucionario, pero en la práctica mantenía a los miembros del partido en una situación privilegiada. Algunos comentaristas, como el historiador Richard Pipes, el filósofo Michael Polanyi, los economistas Paul Craig Roberts y Sheldon L. Richman, entre otros, han argumentado que el comunismo de guerra fue en realidad un intento de eliminar de inmediato la propiedad privada, la producción de mercancías y el intercambio de mercado, y de ese modo implementar la economía comunista, de la que los dirigentes bolcheviques esperaban un aumento inmediato y a gran escala en la producción económica.
Pero los resultados del Comunismo de Guerra son la pérdida del poco control que mantenían los Soviets y la creación de una clase política privilegiada: los bolcheviques. El esfuerzo legítimo de los soviets, expresión del empoderamiento de las clases sociales oprimidas de Rusia, termina asimilándose al Estado y con esto, las y los trabajadores rusos ven como una vez más pierden el control de sus vidas. Para poder seguir participando en la construcción de la “revolución” ahora tenías que pasar a ser parte del Partido Comunista, y tras la muerte de Lenin y la consecuente llegada de Stalin al poder, el partido se convierte en Iglesia, sus órdenes tienen que ser cumplidas mientras que cualquier postura crítica ante el sistema es condenada al exilio, los trabajos forzados o la muerte.
Para este momento usted lector ya se hizo algunas ideas, vamos a sintetizarlas. Lo que se ha expuesto aquí es como los bolcheviques fueron haciéndose con el Poder, primero aprovechando la situación de desesperanza y las altas esperanzas de un cambio, realizando un Golpe de Estado al gobierno provisional y centralizando las instituciones del Estado, lo que les permite ganar la Guerra Civil.
Lenin y sus bolcheviques se empeñaron en posicionarse como dueños del Poder, y como consecuencia crearon un Estado igual de represor que su antecesor Zarista o su predecesor capitalista. La propuesta anarquista entonces se centra en la idea de destruir ese Poder, y para eso tenemos que dárselo a la gente. Si en el capitalismo la regla es que siempre tienes que obedecer, la norma es que hagas lo que esperan que hagas y si te sales de la línea eres un enemigo de la sociedad (de sus intereses, en realidad), nuestra revolución no debe pretender hacer exactamente lo mismo.
Al ver sus intenciones de dominación frustradas los comunistas actuales preguntarán: ¿Y quién va a administrar la harina que necesita el panadero para trabajar? ¿Quién se encargará de hacer que la gente trabaje para que el país no se hunda? Pero la respuesta es fácil: Ni idea. Exacto, el anarquismo no tiene ni idea; pero no porque no se haya reflexionado al respecto, sino porque hemos llegado a la conclusión de que nada es seguro hasta el día que la revolución nos llegue, pero en ese momento lo que proponemos es que la gente no tenga que delegar el poder de decisión a una institución-partido-Iglesia-familia que vaya por encima de nuestrxs intereses, es decir, que afecte nuestra libertad o la de quienes me rodean, y que organizados en asambleas horizontales encontrarán la manera de resolver sus problemas.
Esa es la libertad absoluta a la que tanto le temen, la libertad absoluta de que tomemos las riendas de nuestras vidas en colectividad. Si a los comunistas de verdad[2] no les gusta engañarse a sí mismos tal vez gustarían de reconsiderar el problema de la autoridad que se desata en la URSS desde 1917 desde la llegada de Lenin al poder, donde se extiende una campaña de burocratización del Estado y de represión despiadada de toda disidencia política.
Dejando esto en claro, seguimos con el periodo de Stalin y sus sucesores que es el tema de la segunda parte de esta serie. Aquí solo queda aclarar que la pretensión de la libertad, los ideales de la revolución social e incluso un sistema económico alternativo al capitalismo nunca existieron en la URSS. El capitalismo de Estado y la represión autoritaria demerita casi todo logro hecho en las jornadas de febrero y octubre de 1917. Pero la ilusión del socialismo real caería sobre sus propias contradicciones, así como veremos en las siguientes entregas.
Para leer más*:
Avrich, Paul. Kronstdat 1921
Balabanov, Angélica. Mi vida de rebelde. Ediciones Martínez-Roca.
Bergson, Abram (1981). Productividad y sistema social, Rusia y Occidente. Buenos Aires: Editorial Universitaria de Buenos Aires.
Bettelheim, Charles (1979). Las luchas de clases en la URSS: primer período 1917-1922.
Benítez Martínez, Erick. La traición de la Hoz y el Martillo.
Cole, G.D.H (1974). Historia del Pensamiento Socialista V. Comunismo y Socialdemocracia 1914-1931. México: Fondo de Cultura Económica
Ferro, Marc. Diez lecciones sobre la historia del siglo XX.
Gramsci, Antonio. Revolución rusa y Unión Soviética
OPAR-UNIPA. Plataforma Internacional del Anarquismo Revolucionario.
*Los textos con referencia completa (autor-año-título-editorial) no se encuentran en pdf, el resto se pueden consultar de manera gratuita en internet tan solo agregando la palabra pdf en su buscador de internet de preferencia.
Publicado originalmente en línea por Nuestra Voz e impreso en el fanzine (P)utopía N° 5
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