Apuntes acerca de lo posmoderno
Ricardo Campillo
El precio del progreso es la muerte del espíritu.
Voguelin
Son circunstancias frecuentes las que nos asoman a echar un vistazo a lo que se supone es el contenido del “posmodernismo”. Sabemos que ciertas características del orden contemporáneo indican que la vida ha dado un cambio paradigmático y que lo que concebimos como acotación temporal de “este momento”, ha tragado casi por completo la historia y el pasado, hasta el grado, de que la forma sensible de nuestra experiencia nos sugiere algo así, como la ilusión de vivir un presente perpetuo, en un presente perenne.
Algunas cuestiones del medio nos hacen preguntarnos de vez en cuando ¿Qué es lo posmoderno? Tenemos la sensación de saberlo, pero por otro lado nos queda cierto vacío atado a la incomprensión. Posiblemente, estas palabras ni siquiera llegarán al meollo del asunto, tampoco pretenden dar respuestas concretas, pero como casi toda idea de la crítica, siempre se inicia con una pregunta y muy posiblemente se termina siempre con más preguntas.
Si nos ponemos en sintonía, Jameson (2012), consideraba que hablar de lo posmoderno nos dirigía a ciertos problemas específicos. Una primera dimensión de corte estético, que corresponde a la cultura, la economía y la tecnología. Por otro lado, una segunda dimensión que corresponde a todo lo relacionado con lo político (p.101). Entonces, hablar de posmodernidad no solo nos obliga a realizar una crítica univoca de la vida, sino interpretar los señalamientos que la sociedad de la valorización ha causado en cada rol social. En un inicio, la idea premonitoria se veía acaparada por algunos intelectuales como la nueva forma de ser y estar en este mundo, una nueva forma táctica “antimodernista” la cual pudiera poner un freno a la sociedad de consumo globalizada, sin embargo, es importante tener en cuenta que antimoderno y posmoderno no son dos caras de una misma moneda, no trabajan en equipo, son esencialmente dicotómicas, llevándonos directamente al conflicto de una definición sobre la modernidad.
Para algunos autores como Berman (2012), la modernidad no solo es el dominio de la naturaleza, la técnica y el desarrollo tecnológico, herencia de la ilustración, sino también, es la dignidad de hombres y mujeres modernos que afirman su dignidad en el presente, como lo hicieron en 1917, 1936 o en 1968 y 1994; en toda la potencia y todos esos días en los que personas fueron capaces de hacer temblar el mundo. Para este autor “el pensamiento social posmoderno vierte su desprecio sobre todas las esperanzas colectivas de progreso moral, social, de libertad personal y felicidad pública (Berman, 2012:XIV). Sin embargo, otros autores como Lukacs identificaban la modernidad como la multiplicación de la cosificación intrínseca de la vida social capitalista, hasta las críticas del alto modernismo más extendidas de la actualidad (Jameson, 2012:108). Por otro lado, desde la antropología se puede identificar también que “la modernidad es, de manera inherente, globalizadora, masificadora y estandarizadora (Zerzan, 2016:146). Lyotard (1986), opina que lo posmoderno no es la continuación, el corolario, lo residual del alto modernismo, sino que lo precede y lo prepara, contrariamente a lo que se entiende de la transición histórica lineal modernidad-posmodernidad, la segunda “da media vuelta” con un giro al alto modernismo, dotado de nuevo poder y su antigua vida. Esto nos sugiere que la ideología del marketing, la técnica y la tecnología predominantes, no son la lucha exhaustiva contra esa modernidad industrializada, característica de un desarrollo científico, sino que son los mismos términos con diferentes condiciones, es la misma forma de acaparar y concentrar el mundo, pero viene en componentes mayormente fetichistas, tal cual Marx, Lukacs y Guy Debord ya lo habían previsto.
Un mundo de dominio más conforme, indudablemente creativo, con comida rápida en vez de látigos, con home office, un tipo de trabajo que supera las características botas pesadas como prótesis proletaria. Con esto no se pretende descartar el pesado proceso histórico industrializado, como si hubieran desaparecido las formas periféricas de relacionarnos con el capitalismo, y hubiera aparecido esa “sociedad del cansancio” clasemediera de la que habla Chul-Han (2013), ahora más bien, sobre el rebota ese sueño utópico tecnológico de visión futurista.
Entre modernismo y posmodernismo, podremos tener acceso a la comprensión de una contienda de puntos de vista y distinciones muy variadas, pero la realidad existente nos permite observar claramente ciertas características propias del estado del mundo en que vivimos actualmente. Hablar de historia en la posmodernidad significa una pérdida de tiempo: la posmodernidad niega el tema de los orígenes (Zerzan, 2016:154), la teoría se dirige más a una zona de interpretación bastante ambigua, la realidad está por debajo de lo virtual, la vida es demasiado aburrida si no estamos conectados frente a pantallas digitales, la exposición artística implica más moda mercantil que exégesis, el arte hoy en día es un reflejo de la mercadotecnia globalizada. Por poner un ejemplo de lo anterior; Jameson (2012:39-40) hace una comparativa entre el cuadro Vieux Soulier de 1887 de Van Gogh y el cuadro Diamond Dust Shoes de 1980 de Warhol. En el primero se observa dentro del calzado de un campesino, lo que se nos presenta como una revelación del ser, una obra de arte que refleja interpretación subjetiva, soledad, cansancio, trabajo, donde hay espacio a la hermenéutica del artista en relación con el mundo de la vida. Por otra parte, en Warhol, se observa una obra que gira alrededor de la mercancía, los reflejos visuales de coca cola o de las latas de sopa Campbells, y sobre todo el fetichismo materialista, propio de la transición hacia el capitalismo avanzado. Se comprende entonces que: no es absurdo creer por ejemplo que la era de la ciencia y la tecnología es el principio del final para la humanidad (Wittgenstein, 1986:56)
Hemos perdido bastante, si recapitulamos, vivimos en una sociedad cada vez más exigente en el aspecto individual, a pesar de mantenernos respirando en nuestros roles, clasificados así, específicamente para nosotros (si es que hay un “nosotros”), tenemos que someternos a la tarea de la producción y la reproducción del capital, aunque esta tarea haya perdido la sustancia productora del valor: el trabajo, sin que esto signifique una defensa a ultranza del trabajo como operativo especifico del campo histórico capitalista, y no se diga todo lo que hacemos para mantenernos a flote, sin saber, si el planeta en que vivimos lo soportara por más tiempo.
El posmodernismo como interiorización de la lógica propia de la globalización de consumo, apoyado y generalizado por la tecnología y la ciencia, con una vida propia materializada en los sujetos autómatas que la integran, debería estar sujeto a crítica. Zerzan (2016:123) menciona que “el posmodernismo insiste en la superficialidad, y se esfuerza en desacreditar cualquier noción de autenticidad… a los posmodernistas nunca les pasa por la cabeza plantearse la conexión entre el imperialismo de la tecnología y la pérdida del significado en la sociedad. En el seno del posmodernismo, es muy recurrente una tendencia hacia una compresión futurista de la vida, apoyada por la tecnología, así pues, resulta urgente el ejercicio de dudar sobre esta herramienta que ha servido de caballo de troya a la humanidad y al mismo planeta, y sobre la posibilidad de que pueda ser reconfigurada como piensa Hui (2020:167), quien en su teoría pretende aplicar una “operación digital recursiva” que reflexione sobre lo digital o la era digital, donde es importante una reevaluación y una re-fundamentación de las epistemes, o bien, una ruptura epistemológica de la digitalización, o por otro lado seguimos observando, el fraude de la tecnocultura como “el creciente empobrecimiento del yo, de la sociedad y de la tierra (Zerzan, 2016:146).
No es tarea fácil hablar de tecnología sin dudar, con solo dar dos extremos, podría ser que, dirigirse por una nueva tecnología no alienada solo sea un infantilismo que el posmodernismo ideológico arrojó invasivamente sobre nosotros, o que hablar de un primitivismo anti-civilizatorio solo sea un consuelo fetichista de un retorno a la idea del comunismo tribal que se distinguía como organizaciones sin estado ni civilización, altamente solidarias que evitaban la violencia. No sabremos que decisiones abren o cierran nuestro futuro, sin embargo, la teoría no debe de tener límite en la búsqueda de respuestas.
Bibliografía
- Benhibab, S. (1995). Feminsm and Postmodernism. Londres: Routledge.
- Berman, M. (2003). The Twilight of America Culture. Barcelona: Octaedro.
- Berman, M. (2012). Toso lo sólido se desvanece en el aire: la experiencia de la modernidad. México: Siglo XXI.
- Gitlin, T. (2002). Enfermos de información: de como el torrente mediático está saturando nuestras vidas. Nueva York: Metropolitan Books.
- Hawkes, T. H. (1977). Strcturalism and semiotics. Londres: Methuen.
- Hegel, G. W. (203). Fenomenología del espíritu. México: Fondo de Cultura Económica.
- Heidegger, M. (2000). Tiempo y ser. Madrid: Tecnos.
- Hui, Y. (2020). Fragmentar el futuro. Buenos Aires: Caja Negra.
- Jameson, F. (2012). Posmodernismo. La lógica del capitalismo avanzado. Buenos Aires: La marca.
- Jones, E. (1975). Rethinking Symbolism. Cambridge: Cambridge University Press.
- Kissinger, H. (2018). How the Enlightenment Ends. The atlantic.
- Lovink, G. (2002). Uncanny Networks: dialogues whit the virtual intelligentsia . Cambridge: The MIT press.
- Lyotard, J.-F. (1986). La condición posmoderna. Informe sobre el saber. Madrid: Cátedra.
- Sardar, Z. (1998). Posmodernismo y el otro: el nuevo imperialismo de la cultura occidental. Londres: Pluto Press.
- Shields, R. (2003). The Virtual. Londres: Routledge.
- Stabile, C. A. (1994). Feminism and the technological . Manchester: Manchester university press.
- Stiver, R. (2001). Tecnology as Magic: The Triumph of The Irrational . New York: Continuum .
- Virilio, P. (1999). La Bombe informatique . Madrid : Cátedra .
- Voegelin, E. (2000). The Collected Works of Eric Voegelin. Columbia: University of Missouri press.
- Wittgenstein, L. (1986). Culture and Value. Oxford: Blackwell.
- Zerzan, J. (2016). El crepúsculo de las máquinas. Madrid: Catarata.

