Discusiones teóricas en torno a la producción de la naturaleza, la ecología social y el municipalismo libertario – Sergio Reynaga [Parte 1]

Quien tiene miedo tiene desgracia.

Proverbio kurdo

La huella de mis días terrenos no puede borrarse en el transcurso de las edades. En el presentimiento de tan alta felicidad gozo ahora del momento supremo.

                                         Goethe, Fausto

Resumen: La crisis de la civilización, supone la emergencia de alternativas urgentes para la transformación de la naturaleza como totalidad. Esto quiere decir, la disolución de la polarización sociedad/naturaleza como dimensiones en yuxtaposición, en el mejor de los casos, y en el peor, como una dualidad antagónica. Algunas aproximaciones teóricas, pueden ser encontradas, en el trabajo de Neil Smith y Murray Bookchin, que lejos de ser excluyentes entre sí, a la luz de una crítica histórico-epistémica, pueden ser útiles para la producción de conocimiento, en torno a la posibilidad de transformar la realidad-mundo en cuanto tal, más allá de la concepción dualista de la ideología burguesa.

La naturaleza como estrategia de acumulación

Podemos aproximarnos a la cuestión, colocándonos en la noción de Virginia Woolf a propósito del cambio de la naturaleza humana, a lo que debemos sumarle, la destrucción del espacio en el pensamiento de James Joyce, esto como un momentum de apertura para la producción del espacio en Lefebvre. Dichas dimensiones teóricas, deben ser útiles para la comprensión de la condición histórica, como posibilidad fluctuante en torno a las relaciones sociedad-naturaleza. Quiero decir, que las condiciones concretas, pueden transformarse a través de las propias relaciones sociales y su desplazamiento temporal. Con esto, las modificaciones que se realizan en las relaciones sociales de producción, afectan de manera profunda a la reproducción social, una tensión dialéctica irresoluble entre las concepciones mentales, conceptos, ciencia, ideología, cultura, y la producción como condición material de la existencia. Esto último encuentra su característica factual en la técnica, y en el marco legal regulador de las relaciones sociales, en cuanto todas ellas: El Estado, como baluarte de la modernidad capitalista.

Ahora bien, resulta irónico, pero perfectamente lógico, que en torno a la legislación y regulación ambiental, impulsada por el ambientalismo entre 1960 y 1970, -un umbral de época: la era de la ecología, nos dirían algunos-; parece acertado, condicionar dicha acción política en torno a la noción de ambientalismo, esto último como una alternativa a corto plazo para poner límites a la producción material permitida[1]. Me parece, que es también importante comprender la importancia de la ciencia ecológica durante la época, aunque solo sea como referencia a la socialización de ciertas nociones que tendrán fuertes implicaciones en la movilización política desde entonces. Es decir, atendemos a un proceso de transformación, lento, pero concreto en torno a la observación de las relaciones sociedad-naturaleza.

No obstante, volviendo a la cuestión del ambientalismo, como un umbral legal, para la concepción de los llamados bienes ecológicos, y la administración de los costos sociales del modelo de producción. A esto, Smith, se refiere de manera acertada como capitalismo verde, más aún, este último es presentado como una dimensión discursiva cuasi ideológica para la explotación sostenida, es decir, una estrategia de producción de productos ecológicos. Nuevamente se pone de relieve una “ecología” al uso. Aunque no de manera inocente, se establece una agenda de mercado ecológica como un último espectáculo regulador en las sociedades de consumo. Algunas consideraciones, de cómo el ambientalismo precede al capitalismo verde, las encontramos en el siguiente pasaje de Bookchin, a propósito de la ecología profunda y sus símiles:

(…) una ecología que no era más que una colección de variados cultos religiosos atávicos. Ahora se nos aparecen bajo nombres como “ecología profunda”, culto a la Diosa Tierra y animismo ecológico, todo lo cual puede ser llamado generalmente “ecología mística” y utilizan diferentes ideas Nueva Era, rituales mágicos y un amplio surtido de prácticas religiosas o casi religiosas: muchos atavistas de entre estos ecologistas místicos piden un regreso a la “sensibilidad” del Neolítico  o incluso del Pleistoceno y, en casos extremos, literalmente a formas de vida prehistóricas. Casi todos ellos comparten una visión común llamada “biocentricidad”, que equipara todas las formas de vida –incluidas las bacterias y los virus- en términos de su “valor intrínseco”. El “biocentrismo” es definido en oposición al “antropocentrismo”, la visión en gran parte religiosa (como sugieren sus repetidas referencias a textos bíblicos) que considera que la tierra fue “creada” para uso humano. También impregna a muchas ecologías místicas una preferencia por las “zonas vírgenes”, por contraste con las zonas del planeta alteradas por la mano del hombre, así como con harta frecuencia un malthusianusmo insensible que considera el hambre y la enfermedad como un castigo de “Gaia” a la intervención humana en la “naturaleza” y la “superpoblación” humana.

(Bookchin, 1999:35-36)

En este sentido, en torno a la industria inmobiliaria, el proceso de creación y restauración de humedales a través de créditos para el aumento de la capacidad de desarrollo de dicho sector, así, el humedal se constituye en mercancía, ya sea restaurado o conservado, con el objetivo de mitigar la escasez de humedales que puedan ser aprovechados. Esta situación no puede darse sin otro proceso a nivel crediticio, en torno a los costos sociales, es decir los créditos de contaminación, por ejemplo los bonos de carbono, o en esta lógica, la deuda por naturaleza, el sur global conserva vastas regiones supeditadas en esta medida, así pues, es posible hablar de un Banco de Biodiversidad a escala planetaria. La conservación como la creación de bóvedas naturales de capital. A propósito:

Pero las opiniones de los medioambientalistas sobre las causas y las soluciones a largo plazo a los problemas a los que se enfrentan –y aún me parecen- lamentablemente inadecuadas. En la medida en que los medioambientalistas compartían un punto de vista común, la solución de los trastornos ecológicos se basaba en un enfoque instrumental, casi de ingeniería. Al parecer, querrían adaptar el mundo natural a las necesidades de la sociedad existente  y a sus imperativos explotadores y capitalistas por medio de reformas que minimizaran el daño a la salud y el bienestar humanos. Los objetivos tan necesarios de formular un proyecto para un cambio social radical y para cultivar una nueva sensibilidad hacía le mundo natural tendían a caer fuera de la órbita de sus intereses prácticos. El cabildeo, más que una política radical, parecía encarnar sus puntos de vista sociales.

(Bookchin, 1999:34)

Muy bien, hasta aquí hay una tensión bastante ambigua en términos generales, no para Neil Smith y/o Bookchin, sino para el uso político e incluso epistémico al interior de los distintos planteamientos ambientalistas, más que ecológicos, en torno a la polarización artificiosa entre la supuesta naturaleza prístina y el desarrollo. Habría que ampliar esta cuestión, como figura central en la propuesta de una realidad producida, así mismo la propia producción de la naturaleza: un horizonte de autonomía, en mi opinión, funciona como distinción de la condición factor-índice del concepto de emancipación, que históricamente puede haber abonado a la caracterización polarizada de las relaciones humanidad-naturaleza. Digo distinción, como quien dice, una posición crítica que intenta poner de relieve las aporías epistémicas que facilitan la comprensión científica de dichas relaciones como totalidad, no como una realidad bidimensional y antagónica.

Ahora bien, Smith explica, que es crucial para las nuevas áreas de la actividad capitalista comerciar con la naturaleza, en este redil, se vuelven cruciales las relaciones legislativas y de mercado, en lo que conocemos como políticas públicas, pero también es crucial  el desarrollo de la técnica: biotecnología, laboratorios, y la biopiratería. Tales consideraciones, no pueden ser abordadas de forma maniquea, tampoco quisiera decir que la técnica sea inocua, sino que depende en lo concreto, del tipo de sociedad que históricamente hemos construido. Construir: en tanto que producción histórica y social, todo lo que ello implica, ofrece un horizonte de totalidad, que puede poner de relieve la debilidad de una supuesta interfaz entre el orden biótico y el mundo histórico-social. A propósito de las consideraciones anteriores, Bookchin, oculto tras el seudónimo de Lewis Herber, nos dice:  

Se tiende a ver en la técnica a un ente demoniaco, dotado de siniestra vida propia y capaz de mecanizar al ser humano, cuando no de exterminarlo. El profundo pesimismo que primaba en décadas anteriores. En rigor, el gran peligro que corremos actualmente, es el de dejar que nuestro temor nos impida ver con claridad las perspectivas que ofrece la técnica, nos haga olvidar que ella puede contribuir a nuestra liberación y, peor aún, nos induzca a permitir con pasividad fatalista que se la emplee con fines destructivos. (Herber, 1981:10)

(Herber, 1981:10)

Esto es pues, la producción de la naturaleza, algo que puede quedar esbozado en lo que Bookchín presenta como ecología social, y que en las ciencias naturales se entiende como “ambiente”, es decir las interacciones todas, en torno al desarrollo de las poblaciones de seres vivos, no obstante, quiero insistir en la calidad de esbozo de dichas nociones, en tanto que parten, como bien plantea Smith más adelante, de categorías griegas, en Cicerón, por ejemplo, y posteriormente en la categoría hegeliana de la totalidad diversa. No es en absoluto un absoluto, sino una dinámica que en términos científicos no debería operar en torno a polaridades, muy probablemente como unidades contradictorias.

Tales consideraciones, tienen como enclave la transformación de la naturaleza a través del trabajo, a esto se refiere la tensión entre valor de uso y valor de cambio, en torno a la producción de la naturaleza. Bajo este acorde, la empresa de la ciencia moderna, arroja la posibilidad de introducir categorías tales, que emancipan el modo de producción social de la naturaleza, aunque esto no sea de manera absoluta. La lógica formal del proceso civilizatorio de occidente tal y como lo conocemos, surge de esta confrontación, que como diría Benjamin oculta la barbarie en su propio seno. Hasta aquí, Smith, hace una mención breve de los verdes y su escisión en dos filos, uno gira al ambientalismo propiamente dicho, o como lo he venido exponiendo, otro, al que se conoce como eco-anarquismo.

Más aún, continua con la táctica, por llamarla de algún modo, de absorción de la naturaleza en los circuitos del mercado capitalista, eso me parece que significa, la producción de una totalidad, a la que no le resulta suficiente la dominación de la naturaleza como ente externo, sino la producción de una naturaleza propia, supeditada a la lógica del mercado y los beneficios: la acumulación por la acumulación. Esto concretaría la totalidad: Primera y segunda naturaleza como horizontes producidos en el capitalismo. Lo cual, puede ser comprendido como una derrota absoluta, o como la posibilidad de apertura a un horizonte de autonomía, donde la humanidad deshumanizada, alcance por fin otro horizonte de humanidad, al menos como punto de partida.

La razón, de la que se esperaba acabara con las oscuras fuerzas que habían mantenido cautiva a la humanidad, ahora amenaza con convertirse en una de estas mismas fuerzas, bajo la forma de una racionalización. La razón acrecienta la eficiencia de la dominación. El gran proyecto del pensamiento especulativo occidental –hacer auto-consciente a la humanidad- se enfrenta a un inmenso abismo: un precipicio en el que el sí y la consciencia amenazan con desaparecer. ¿Cómo definir el sujeto histórico –rol que Marx le atribuyo al proletariado- que habrá de crear una sociedad guiada por la consciencia? ¿Cuál es el contexto en el cual se forma ese sujeto? ¿Es el lugar de trabajo, específicamente la fábrica? ¿O una nueva polis emancipada? ¿O la universidad? ¿O la comunidad contracultural? (…) Debemos mirar hacia el legado de la libertad, que siempre se ha entrecruzado con el de la dominación. Quizás éste contenga problemas que, más que nunca, dejan a nuestra era en la incertidumbre, confundida por las ambigüedades de la racionalización y el poder tecnocrático.

(Bookchin, 1999:240)

Podemos entenderlo así, las contradicciones entre la primera naturaleza (valor de uso) y la segunda naturaleza (valor de cambio), concretándose en una concepción naturaleza humana signada como trabajo. En esta condición natural-producida, el trabajador es despojado de sí, de sus capacidades intelectuales, organizativas, y del tiempo de vida como espacio de existencia, quizá en un horizonte ético-estético: despojado de todo lo que es bello.

Esto puede entenderse, como la integración del trabajador a la fábrica social. En esta medida, la naturaleza social es producida, en el capitalismo, este necesita de la inserción de la clase trabajadora como agente reproductor, pero también necesita cancelar su capacidad de auto-creación, es decir de producirse a sí como sujeto histórico, en tanto que sujeto social. Tenemos pues, frente a nosotros el dilema de Von Frankenstein: una variedad natural de formas potenciadas por la industria: Manipulación del orden biótico, de sus procesos y de transformación biotecnológica. Podemos dejar todo  supeditado a la lógica del capital… o podemos dejar de temernos a nosotros mismos.

Cooperación y naturaleza.

¿Qué tipo de cosa es el neoliberalismo?

Gilbert, parte de la noción de una naturaleza del neoliberalismo, dicha naturaleza es perfectamente aprehensible, nos dice, y estoy de acuerdo. Dicha discusión nos lleva a un estado conceptual de la cuestión: una formación discursiva, programa de gobierno, proyecto hegemónico, ensamblaje técnico y una maquina abstracta.

El termino neoliberalismo, nos dice, parte del discurso de Arthur Rusen en 1930, para convertirse en el dogma dominante del siglo XX, dicho proceso se abre con el golpe de Estado de Pinochet en Chile, en septiembre de 1973[2], está estrechamente relacionado con la teoría económica de la escuela de Chicago, con los procesos de privatización y represión sindical. Tales cuestiones pueden ser consideradas, como claves para la constitución del proyecto neoliberal. En este sentido, la militarización del Estado es evidente. Hay aquí entonces, una discusión en torno a la máquina, que establece legalidad, a través de la ilegalidad. Bajo este acorde, el autor plantea, que es perfectamente plausible hablar de cultura neoliberal, para lo cual echa mano de la maquina abstracta de Deleuze, para continuar con Guatari: ideas neoliberales y sus regulaciones discursivas, continua con Foucault: poder y conocimiento, la arqueología en el trabajo del mismo, como el análisis de las contradicciones y aporías en torno a la lectura binomial de la realidad. Para muestra un botón:

Hay efectos de verdad que una sociedad como la occidental –y ahora podemos decir la sociedad mundial- produce  a cada instante. Se produce la verdad. Esas producciones de verdades no pueden disociarse del poder y de los mecanismos de poder, porque estos últimos hacen posibles, inducen esas producciones de verdades y, a la vez, porque estas mismas tienen efectos de poder que nos ligan, nos atan. Lo que me preocupa son esas relaciones verdad/poder, saber/poder.

(Foucault, 2012:73-74)

Hasta este punto, puede ponerse de relieve que la coherencia del neoliberalismo es la dispersión, quiero decir, que en gran medida, necesita de la fragmentación de la realidad para erigirse como índice y factor de la realidad, por tanto, sus consecuencias en torno a la individualización y el aislamiento, son perfectamente aprehensibles desde el despojo de sí del sujeto, en el concepto de alienación de Marx, por ejemplo.

El Estado y el neoliberalismo. Tal relación necesita de un matiz, en lo que respecta a la diferenciación del liberalismo burgués victoriano, ya que el neoliberalismo, atraviesa, entre otros proyectos políticos,  las relaciones fluctuantes entre la socialdemocracia, por ejemplo, y el papel del estado como ejecutor del proyecto neo-liberal, y lo elevaría a una concepción generalizada de la naturaleza humana. Uno de sus principales baluartes, sería la fe teleológica, en la que, el individualismo como condición de libertad, podría funcionar como límite para el egoísmo colectivo de las corporaciones, a la medida por ejemplo, de la teoría de Adam Smith.

No obstante, esto es llevado a sus últimas consecuencias por la derecha liberal, ese oxímoron “libertario” o “anarco-capitalista”, a quienes sería preferible llamar neo-feudalistas, para hablar claro. Estas consecuencias son pues, un arte de gobierno, de control de poblaciones. En este punto, el trabajo del autor es muy provocador, al menos para el que escribe, lo cual es siempre estimulante. Cuando nos propone la vena anarquista de Foucault y de la fobia  estatal de la izquierda radical, nos dice más o menos lo siguiente: Existen procesos de estatización, no propiamente un Estado como ente absoluto, en sí, imperativo y categórico, que aparece muchas veces como una fantasmagoría vil, que asecha al sujeto hasta aniquilarlo. Esto, según el autor, estaría regulado más bien, por condiciones ideológicas, en torno a la desigualdad. A propósito, Janet Biehl y Bookchin, en una crítica en torno al socialismo histórico, nos dicen:

Los izquierdistas, por su parte, no se hacen ilusiones sobre el Estado en cuanto instrumento de dominación, pero se equivocan al señalar sus rasgos específicos. Los marxistas tienden a pensar en él como un simple reflejo del dominio de clases y, al mismo tiempo, como un instrumento adecuado para su uso y apropiación al servicio de los intereses de la clase trabajadora; pero esta sustitución tan sólo perpetua dicha dominación. Los libertarios, por su parte, rechazan con razón el Estado en su totalidad, pero normalmente piensan en el Estado en términos no históricos, como si se hubiera materializado en el mundo terrenal ya formado completamente, como un monolito sin antecedentes. (…) Lejos de ser monolítico, “el Estado” como rúbrica incluye a Estados embrionarios, cuasi Estados parcialmente formados inestables, imperios, monarquías, Estados federales, teocracias, republicas, Estados del bienestar, autocracias, dictaduras y Estados totalitarios. Como todos los sistemas de jerarquía y dominación de clases, los Estados toman diferentes formas, y su desarrollo ha sido, en todos los casos, tortuoso e irregular, múltiple y complejo.

(Biehl, 2018:67-68)

En este sentido creo que la jerarquización de las relaciones de reproducción social, son cruciales. Bien pues, nos plantea la meritocracia como el seno de este ensamblaje, que logra cohesión en torno a la narrativa de la igualdad de oportunidades, en favor de la competencia y  la posibilidad de movilidad social: la clase media, es un fuerte instrumento político en este sentido.

La cuestión de la cultura neoliberal, refuerza el individualismo y la competencia, a través de la industria cultural. Así, queda abierta la condición política del neoliberalismo, que nos remite a su condición conceptual, con la que apertura su critica el autor. Ahora bien, esto nos lleva a las nociones de ideología  y sentido común como rituales en Althusser, en lo que puede ser signado como realismo capitalista. En este escenario el asilamiento se vuelve libertad. Hay una relación contradictoria entre el espacio público y el personal, una relación esquizoide, para volver a Deleuze. Puede considerarse entonces, la acepción de la confrontación cultural que plantea Gramsci, como una afrenta critica a la dimensión epistémologica del poder, es decir una serie de narrativas públicas que responden a demandas políticas, supeditadas al proyecto neoliberal, esto último, como en el caso del ambientalismo, suponen una de las cualidades más fuertes del neoliberalismo, su capacidad para incorporar en sus coordenadas, la movilización del sujeto-histórico-social, para el espectáculo de la libertad en toda su esplendorosa decadencia:

Lo que es preocupante es la aceptación voluntaria de la sociedad de esta cautividad de las industrias combinadas de la cultura y el sexo, y además ¡percibirlo como un derroche de libertad! Esta es la base y la herramienta de legitimación más fuerte que tienen los gobernantes. El capitalismo sólo puede llegar a la fase imperial con la ayuda de la industria cultural. Por consiguiente, la batalla contra la hegemonía cultural requiere de la lucha más difícil de todas, la lucha mental.

(Öcalan, 2019:46)

[1] Una regulación del orden lógico del capitalismo: la racionalización de la naturaleza como totalidad.

[2] Me parece  que dicho acontecimiento, apertura la posibilidad de hablar de un momento bisagra  en torno al establecimiento del dogma neoliberal, al menos a nivel latinoamericano,  aunque dos años antes de donde lo sitúa el historiador Enzo Traverso. A propósito,  nos dice: Salvando las distancias, se podría arriesgar que los años comprendidos entre la guerra de Vietnam (1975) y el 11 de septiembre de 2001 dibujan un vuelco, una transición al cabo de la cual el paisaje intelectual y político conoció un cambio radical, nuestro vocabulario se modificó y los antiguos parámetros fueron reemplazados. Dicho de otro modo, el cambio de siglo marcado simbólicamente por la caída del muro de Berlín constituye el momentum de una época de transición en la que lo antiguo y lo nuevo de mezclan. (Traverso, 2012:12)

*Consulta la bibliografía en la tercera parte próximamente

2 comentarios sobre “Discusiones teóricas en torno a la producción de la naturaleza, la ecología social y el municipalismo libertario – Sergio Reynaga [Parte 1]

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