Por Arnoldo Diaz
Es importante dejar en claro que este texto es más una propuesta que un artículo científico o teórico, aunque se mantienen algunos estigmas academicistas debido a mi formación. Dicha propuesta gira en el ejercicio de llevar a la práctica revolucionaria las lecciones que deja la reflexión histórica, el cual me atrevo a llamar ejercicio de antihistoria para resignificar el concepto de Rodolfo Usigli y sus tres obras antihistoricas: Corona de Fuego, Corona de Sangre y Corona de Luz.
Rodolfo Usigli replantea tres mitos que considera básicos en la mitología del Estado mexicano: la caída de Tenochtitlán, la aparición de la Virgen de Guadalupe y el Segundo Imperio con Maximiliano de Habsburgo. Usigli se vale de todo para destrozar dichos mitos; la investigación histórica, el arte teatral y la vida misma se reflejan en sus obras[1].
Pero el mismo autor peca de un mal ya conocido, escribe la historia desde arriba. Aquí es donde rompemos relaciones con la antihistoria de Usigli; sí, hay que replantearnos nuestros mitos utilizando todas las herramientas que tengamos a la mano, las ciencias, las artes y nuestras vidas, pero nunca más podremos escribir la historia viendo desde arriba.
Nuestra propuesta de antihistoria parte del cuestionamiento de la construcción de nuestra memoria histórica y no en sí de la escritura de la Historia. Usigli nos obligó a cuestionarnos ¿Qué significa que como nación reconozcamos historias o leyendas como nuestras? Pero es momento de dar un paso más y nos preguntemos ¿Participamos en la construcción de nuestra memoria? Y en mi preocupación como historiador me pregunto ¿Cómo salir de los vicios autoritarios en la lucha por la construcción de la memoria? Me explico:
Identificamos cuatro grandes instituciones –unas más fuertes que otras según el contexto- que influyen directamente en la escritura de la Historia: Estado, Capital, Iglesia y la Izquierda[2]. A su vez, estas cuatro fuerzas influyen directamente en los tres grandes medios de la difusión de la Historia: la Academia, la Educación Básica y las Telecomunicaciónes, los tres medios dan espacio a la difusión de la Historia escrita bajo la mirada de las instituciones arriba mencionadas[3] y en su conjunto moldean la memoria según los intereses del momento.
Nadie nos obliga a recordar nada, pero sin duda la influencia de los tres medios mencionados ejerce una presión sobre lo que elegimos como nuestros recuerdos, nuestra memoria colectiva y como nuestra historia. No está de más recordar que dos de los tres medios (educación y telecomunicaciones) suelen desarrollarse de manera masiva.
Tomemos como ejemplo el famoso Grito de Independencia en México, cuya celebración fue motivo de disputa política entre los liberales que querían celebrar el inicio de la independencia el 15 de septiembre liderado por los insurgentes y los conservadores que querían celebrar el 21 de septiembre al que corresponde su «consumación» lograda por la alianza de Iturbide y Guerrero. Finalmente celebramos el 15 de septiembre gracias al cumpleaños de Porfirio Díaz -dictador liberal- y que los medios de comunicación-consumo y la educación oficial mantienen viva la fecha sin cuestionamiento alguno a su legitimidad, como sociedad lo aceptamos y alabamos el día libre que esta celebración nos concede.
El control que tenemos sobre nuestra memoria colectiva es casi nula, sobre la escritura de nuestra historia local o familiar es aún más escasa. La escritura académica de la historia podrá ser rica en materiales originales, pero no tienen influencia alguna en la vida de la gente, la mayoría de los libros de historia no salen de las universidades. Mientras que la Izquierda solo difunde las partes de la historia que convienen a sus intereses, y tienden a ser construidas con una visión desde arriba, y no necesariamente desde la visión de la burguesía, más bien desde los líderes y los partidos.
Nuestra propuesta es destruir dichos mitos y vicios de la escritura de la historia para construir una nueva memoria que sea motor de una intención revolucionaria o al menos, una chispa de cambio, en pocas palabras nuestro objetivo es la autogestión de la memoria. Para ello es necesario tomar los medios, así es, los medios de producción de la memoria, de los valores y de la obediencia. La Academia es una quimera que no termino de entender, pero es claro que existen compas que hacen trabajo solidario y contrahegemónico aunque se vean comprometidos al trabajo asalariado. Pero tanto la educación como los medios de comunicación ya han sido ampliamente desarrollados por movimientos antiautoritarios en todo el mundo, fortalecerlos y extenderlos en todas las comunidades y barrios es nuestro camino.
[1] Para profundizar en la propuesta de Usigli consultar: Meyran, Daniel; El poder del teatro frente al Poder. Discursos emergentes, discursos hegemónicos. Así como Pájaro Sánchez, Israel Isaac; Historia y antihistoria en la dramaturgia de Rodolfo Usigli
[2] Aquí entenderemos como Izquierda al conjunto de las propuestas progresistas o revolucionarias que se planteen la toma del Poder y, por consecuencia, el control del Estado como objetivo de su revolución -y que han logrado llegar al poder-.
[3] Reiteramos que unas menos que otras, pero nadie negará que en ciertas regiones del mundo -como en Cuba, China, la ex URSS, Venezuela y otros países que adoptaron el socialismos o algo cercano a eso- la Izquierda influye directamente en las decisiones de la realpolitik y en la escritura de la Historia.